Cuando era adolescente y mucho más inmaduro, allá por el inicio de la década del 2010, recuerdo que solía escuchar historias de personas, sobre todo hombres, que se habían acercado a alguna joven de la iglesia y le habían confesado: <Dios me dijo que serías mi esposa>. Esto no ocurrió una ocasión aislada, sino en varias oportunidades. Fue algo que, honestamente, provocaba risa en aquellos que escuchábamos la historia. Para aquellos entonces no podría imaginar que, lejos de ser un tema jocoso, era algo a lo que debía prestarse atención, que era un síntoma de un problema más grande, mucho más de lo que pensábamos.
Hace un tiempo atrás realicé la siguiente publicación en Facebook:
La "espiritualización" de las relaciones de noviazgo generalmente lleva a la manipulación y daño de una de las personas involucradas.
De esta publicación se derivaron muchos comentarios y reacciones, casi sintomático de que este es un problema que está enraizado y del cual muchos, jóvenes y jovencitas, han sido víctimas.
Cuando lo espiritual se vuelve manipulación
En la Biblia se advierte una y otra vez acerca de tener cuidado de personas que teniendo apariencias de piedad, usan la influencia que su posición dentro de la congregación les concede para convencer a otra persona de introducirse en relaciones nocivas que conducen al pecado (2 Tim. 3:5-6).
A pesar de que estamos advertidos de esto, muchas veces la sobre-espiritualización que algunos insisten en ejercer sobre las relaciones puede ser vista como algo bueno, cuando en realidad es con el fin, no de buscar la aprobación de Dios, sino mantener sujeta a la otra persona.
Cuando en una relación alguien constantemente insiste y usa confirmaciones, sentir de parte de Dios, conocimiento bíblico, puestos de liderazgo, revelaciones y un largo etcétera, como formas de persuadir a la otra persona, convencerla que lo que él dice es lo correcto, o evitar que cuestione sus intenciones, estamos ante alguien que ejerce la coerción con el fin de manipular a la otra persona para obtener lo que quiere.
He tenido la oportunidad de sentarme con personas, quienes me confesaban como alguien con puesto de liderazgo colocaba a las demás personas en su contra, como una represalia porque había terminado su relación con esta persona y había iniciado otra. Vestido de un celo por la santidad, detrás de esa máscara estaba la intención de apropiarse del otro.
Pero también hay un extremo más sutil. Aquellos que utilizan la excusa de que "estoy orando y esperando una confirmación" mientras no deciden a comprometerse de verdad con la otra persona, y tampoco dan la libertad de soltarla. Es un "Dios me está hablando y debes quedarte a mi lado, aunque no le ponga seriedad a esto y ni siquiera haya hablado con tus padres".
Esto, parafraseando a Kevin DeYoung en su libro Haz algo, no es más que cobardía vestida de espiritualidad. Es excusarnos en Dios para no tomar el paso de hacer lo que debemos como hombres y mujeres.
Debo hacer un alto aquí. No estoy diciendo que nadie debe orar para meterse a un noviazgo. Por el contrario, creo que la oración es el pilar importante. Pero no creo que la oración sea una excusa válida, por ejemplo, 6 meses después.
Cuando la espiritualidad se maximiza, se convierte en misticismo. No estamos lejos de las sectas, y si has tomado alguna vez un libro de historia, sabrás que toda secta mezclada con manipulación no termina bien.
Cuando alguien actúa de esta forma, la última estación de esa relación será el daño de una de las personas involucradas.
Menos misticismo, más fruto
Ahora bien, ¿entonces que debo hacer?
En alguna ocasión alguien me comento que terminó una relación debido a que alguien en algún congreso se acercó a ella y le dijo al oído que lo hiciera.
Al ser la generación del microondas y las comunicación en línea, estamos acostumbrados a que lo que necesitamos este ahí, al alcancé de un click. Queremos que las decisiones de nuestra vida sean como preguntarle a ChatGPT: "¿Debo casarme con Juan? aunque él me dice que me ama no estoy segura y quiero saber si es la voluntad de Dios". Y esperamos que la IA responda: "Sí, hazlo". Entonces toda la responsabilidad ya no recaería sobre nosotros, sino que estaría en la Voz superior que nos dijo que lo hiciéramos.
Lamento decepcionarlos, pero la vida real no funciona así. Más que una búsqueda de confirmaciones, debemos enfocarnos en una búsqueda de frutos (Mt. 7:20). No es el ministerio, ni lo que él o ella ostenten ser frente a todos, ni tampoco lo que aparenten en sus redes sociales. No es que tan bien se vea los domingos tocando la guitara o cuantos likes tienen sus publicaciones en Facebook. Debemos dejar de buscar confirmaciones y apariencias y centrarnos en los frutos: Su vida devocional, sus aspiraciones, si él/ella te invita a su casa solo cuando sus padres no están, si te alienta a una búsqueda personal de Dios o si te alienta a una búsqueda del pecado. Si procura tu bienestar aun por sobre su comodidad o sus gustos. Si trata a sus semejantes con respeto y si está involucrado en el discipulado de la iglesia local, y no solo con actividades que requieren de apariencia.
Como alguien muy certeramente escribiría: Posiciones actuales o títulos cristianos no definen a una persona. Ya sea que las tenga ahora o porque carezca de ello, no define el futuro de una persona. Así que no se debe elegir la pareja en base a ello, porque ¿Qué pasara si un día deja de ser así? Porque sí, puede pasar. El carácter de una persona pesa más que cualquier posición o título.
Teniendo esto en mente, nuestra búsqueda de confirmaciones se anulará, porque ya tendremos lo que necesitábamos. Si viendo los dones y talentos, la obra de Cristo en la otra persona, y su deseo por Dios, no es suficiente para convencer a alguien de que esa persona es con quien debe estar, el problema no es la otra persona, el problema es él/ella que ni siquiera sabe lo que busca, y se excusa en Dios para no reconocerlo.
Como diría Ana Ávila cuando se le preguntó como supo que el hombre que ahora es su esposo era el indicado: "Solo necesitaba dos cosas: Me gustaba y él amaba mucho a Dios." Para validar lo primero se quiere validar lo segundo. Si cumple con ambos requisitos, si muestra frutos dignos de arrepentimiento, entonces tienes la confirmación que necesitas. ¿Hay riesgo de que salga mal y la relación no prospere? Por supuesto, porque como dijo C. S. Lewis: "Amar es ser vulnerable." Pero los riesgos se minimizan, el riesgo al pecado y a dañar la imagen de Dios.
Pensemos en frutos, y alejémonos del misticismo. Le hará bien a nuestra vida y a la de otras personas.
Con amor,
Joel Quezada